El sonido es sinónimo de placer y se activa con facilidad: una caricia detrás de las orejas, un descanso en el sillón, la cercanía de la persona favorita. El ronroneo de los gatos es tan familiar como misterioso, al menos hasta hace poco.

Durante décadas, los científicos se preguntaron cómo un animal de cuatro kilos podía generar las vocalizaciones de baja frecuencia (entre 20 y 30 hertz) típicas de criaturas con cuerdas vocales mucho más grandes, como los elefantes.

Impresionante: el gato “más grande del mundo” mide como una niña de cuatro años

Ahora, un estudio publicado en la revista Current Biology plantea que los felinos domésticos tienen “almohadillas” insertadas en sus cuerdas vocales, una capa de tejido graso que les permite producir ese sonido. En forma más sorprendente, todo indica que no se necesitan órdenes del cerebro para hacerlo.

Para llegar a esa conclusión, los científicos removieron la laringe de ocho gatos sometidos a eutanasia tras atravesar enfermedades terminales, con el consentimiento de sus dueños. Luego pasaron un flujo de aire cálido y húmedo a través de sus cuerdas vocales; en todos los casos se escucharon ronroneos. Fue “una gran sorpresa”, reconoció el líder del equipo Christian Herbst.

Gatos y perros

Una observación más detallada dio con aquellas almohadillas, cuya función sería aumentar la densidad de las cuerdas vocales, lo que les permitiría vibrar más lentamente, y así alcanzar los sonidos de baja frecuencia.

Aunque el descubrimiento proyecta nuevas luces sobre la mecánica del ronroneo, hay un misterio que persiste: ¿Por qué los gatos solo lo hacen cuando se sienten cómodos y felices? Una pregunta que lleva décadas y que por ahora seguirá vibrando en el aire.

AO JL