Días atrás, más de 900 israelíes fueron asesinados, más de 2500 heridos, y más de un centenar secuestrados, por un malón de terroristas del movimiento fundamentalista islámico palestino Hamás, que se infiltró en Israel de madrugada y sorprendió a soldados en sus cuarteles y a civiles en sus casas o en las calles. Esta fue la peor masacre de judíos desde el fin del Holocausto nazi y el más grave ataque terrorista en toda la historia de Israel, superando en impacto emocional, factor atrocidad y cantidad de víctimas en un solo día a cualquier ataque previo e incluso al shock de la guerra del Iom Kipur de 50 años atrás.

Pero estas cifras, por dramáticas que sean, no alcanzan a trasladar la angustiante magnitud del salvajismo que los israelíes han enfrentado en este ataque cobarde. Las imágenes de jóvenes mujeres siendo arrastradas por hombres armados hacia Gaza, es insufrible. También fueron tomados rehenes niños y ancianos, incluyendo a señoras en sillas de ruedas y al menos una sobreviviente del Holocausto. Muchos otros civiles fueron ejecutados a quemarropa. Familias enteras murieron calcinadas en sus casas, incendiadas con intención por los hombres de Hamas para forzarlos a salir de los cuartos antibomba en los que se habían refugiado. Doscientos sesenta jóvenes fueron acribillados en masa durante un festival musical próximo a la frontera.

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La inhumanidad de los terroristas de Hamás fue equiparada con las atrocidades que el ISIS perpetró contra yasidíes y otras minorías en la región pocos años atrás y con los Einsatzgruppen alemanes, escuadrones de ejecución que barrieron aldeas judías enteras durante la Segunda Guerra Mundial. Ambas analogías son atinadas. Aunque deseamos ser prudentes con el uso de asociaciones históricas, encontramos difícil eludirlas en este caso. ¿Cómo calificar si no la matanza de familias completas -padres, madres y sus hijos pequeños- dentro de sus propios hogares? ¿La ejecución a sangre fía con tiros a la cabeza de ancianos en las calles? ¿Las filmaciones gore hechas por los mismos asesinos con fines propagandísticos? ¿Los desfiles grotescos de algunos soldados capturados, en Gaza? ¿Cómo reaccionar ante la escena que muestra a un militante escupiendo sobre el cuerpo inerte de una joven alemana-israelí semidesnuda tirada en el piso de la pick up que la está llevando a Gaza? “Tratar a estos asesinos de bestias sería insultar al reino animal” dijo hace décadas un canciller israelí sobre terroristas palestinos tras la comisión de un atentado brutal, palabras que trágicamente siguen vigentes hoy.

Toda racionalización política de las monstruosidades de Hamas es inadmisible; cualquier “contextualización”, insultante. Equivalen a una justificación del exterminio de israelíes. En este oscuro momento, la única manifestación moral posible de observadores honestos es una rotunda condena a los perpetradores de estas masacres y una inequívoca expresión de solidaridad con las víctimas. El pueblo de Israel está dando batalla a una malignidad inconmensurable. Merece todo nuestro respaldo y el de todo el mundo libre.

 

Firman: Marcos Aguinis, Federico Andahazi. Alejandro Borensztein. Diana Cohen Agrest. Santiago Kovadloff. Alfredo Leuco. Fanny Mandelbaum. Jorge Ossona. Silvia Plager. Fernando Polack. Daniel Sabsay. Julián Schvindlerman. Jorge Sigal. Diana Sperling. Diana Wang. Miguel Wiñazki. Claudio Zuchovicki.

SF cp