A fines de los 70, el barrio de Zhongguancun era casi todo campo, pero ya se vislumbraba un cambio crucial. En ese suburbio de Pekín empezaban a instalarse las instituciones de investigación más prestigiosas de China, responsables de logros tan fundamentales como el programa nuclear y las represas hidroeléctricas.

En los ochenta, cuando surgieron las primeras empresas tecnológicas, todas las industrias eran estatales y cada aspecto de la vida de una persona lo dictaba su danwei o unidad de trabajo: desde dónde vivir hasta con quién casarse.

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A tono con los cambios del país, hoy Zhongguancun es el corazón de la industria: un barrio ruidoso con torres de cristal que alojan las oficinas de las empresas tecnológicas más relevantes de Oriente y Occidente. Aunque el Estado sigue siendo una presencia dominante, ahora las big tech están impulsadas por una generación de empresarios que buscan ubicarse siempre por delante de las regulaciones.

Zhongguancun alumbró a gigantes como el motor de búsqueda Baidu; a ByteDance, casa matriz de TikTok; y a Lenovo, que eventualmente compraría la división de computadoras personales de IBM.

En 2004 Jack Ma, fundador del emporio de comercio electrónico Alibaba, lanzó un sistema de pagos digitales ilegal en el país, pero que terminaría ayudando al florecimiento de esos métodos en toda Asia, superando incluso a los competidores estadounidenses. 

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El siguiente hito llegó en 2012, cuando Alibaba presentó la empresa de autos de alquiler Didi, un pulpo que ya compró las operaciones de Uber en China y se extiende por todo el mundo, incluyendo la Argentina.

Esa agresividad la puso en la mira del gobierno de Xi Jinping, que la multó por evadir las leyes de competencia y manejar de forma poco clara los datos de sus clientes.

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Aunque el Estado busca avanzar con nuevas restricciones para los reyes de Zhongguancun, por ejemplo, en torno al poder de los algoritmos de recomendación, nada parece impedir que sigan soñando con crear el próximo unicornio.

MVB JL