Se anunció la disolución de la República de Artsaj a través de un decreto.

Decreto, disolución. Términos que aluden a lo absoluto, a lo innegociable, a un nuevo desplazamiento forzado, doloroso.

¿La historia también desaparece por decreto?

¿Las montañas, los monasterios?

¿El recuerdo de quienes ofrendaron su vida por defender su tierra?

¿La calidez y hospitalidad de su gente recibiendo a quienes viajamos y nos extasiamos con los paisajes?

¿Los sabores, los aromas?

La dignidad de los habitantes dejando atrás sus casas, desolados pero firmes.

¿Y nosotros?

Lo que vemos casi sin poder creer. Terribles escenas que nos recuerdan los relatos de nuestros abuelos, sobrevivientes del genocidio de 1915.

Ahora todo se vuelve más visible. Nos miran, nos hablan desde las redes. No podemos dejar de vivenciar lo que sintieron y sienten hoy los desplazados, los que tomados de la mano de sus hijos, de sus ancianos, caminan buscando refugio.

¿Cómo se procesa semejante escena repetida?

¿Cómo elaborar este duelo aquí y ahora?

Un recurso posible, tejer entre todos redes de sostén.

En Armenia y en la Diáspora. Entre todos y para todos.

Usemos lo más valioso que tenemos para esta construcción colectiva.

#Sigamos cantando el himno de Garapagh, enarbolando su bandera en cada marcha, en cada acto.

#Enviemos toda la ayuda que podamos.

#Difundamos una y otra vez. Gran parte del mundo mira hacia otro lado.

#Seamos dignos de nuestro ADN… fortaleza y capacidad de resiliencia.

No hay decreto que borre la historia.

¡Garapagh es nuestra!